Iba apurada, bien a los pedos como me suele pasar para Padilla y casi Juan B. Justo. Había calorcito que se sentía pero trataba de no pensarlo mientras cantaba una canción de Noble. Caaaaaaaaaasi un auto me lleva puesta, no me pude resistir al puteo porque la prioridad la tiene el peatón la conchita de la lora, continué; ya estaba en la puerta, un poco desorientada subí las escaleras y toqué timbre como unas tres veces, esperé, seguí esperando, más todavía. N-a-d-a. Resignada fui para la sede central de todo ésta movida que quedaba a la vuelta de mi casa. Pregunto, triste porque ya veía que no empezaba ese viernes y no, no fue así, me agarró de sorpresa ya que la mujer me indicó esa puerta con el número uno medio gastado para que entrara que ahí iba a encontrar la clase y entre paréntesis contándome que caminé todas esas cuadras con aceleración al divino botón. Listo, para que esperar? Al abrir la puerta les conté mi historia al resto como si estuviera en mi casa tomando mate, se rieron y el profe me contó algo similar. Se presentaban, muchas edades, variada la gente, las miradas, las risas, los gestos y hasta el aire. Muy hermoso, cada uno con una historia que contar. El profe no dejaba de recalcar que en el teatro el cuerpo habla, nos expresamos como queremos, nos liberamos pero siempre divirtiéndose de esto, nada de PARE DE SUFRIR, eso es para los exagerados. Mejor todavía, más me convencía. La clase terminó rapidísimo, yo que pensaba que me iba a costar hablar e integrarme y fue todo lo contrario. A la salida seguí mi sociabilidad, incluso te digo que acompañé a unas chicas hasta la parada de su bondi con tal de seguir hablando, estuvo muy bueno.
Ahora sólo queda disfrutar.
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